La vida de Arthur Ashe da para una película. De hecho, ya hay varios proyectos en marcha y se han realizado algunos documentales sobre una de las figuras más influyentes de la historia del deporte de la raqueta.
Arthur Ashe no lo tuvo nada fácil para convertirse en tenista profesional. En los años 60, los negros no sólo tenían complicado practicar este deporte, totalmente dominado por los blancos, sino que les era complicado acceder a las canchas simplemente a ver los partidos.
Una de las claves para el éxito de Ashe fue su padre, un vigilante de parques que tuvo que criar a Arthur y a su hermano después de que su madre falleciera siendo ambos muy pequeños. El objetivo era claro, luchar contra la discriminación y el racismo desde dentro, eso sí, demostrando una gran educación y siendo un ejemplo.
Aunque Arthur practicó otros deportes, como el baloncesto o el fútbol americano, su padre se empeñó en que triunfara en un deporte como el tenis. Un juego de caballeros, de caballeros blancos, por supuesto.
Robert Walter Johnson
Poco a poco, las cualidades naturales de Arthur fueron apareciendo. Más aún, cuando comenzó a entrenar con Robert Walter Johnson, el entrenador que hizo triunfar a Althea Gibson, la gran referente del tenis negro, ganadora de varios Grand Slam.
Ashe comenzó a destacar no sólo por su elegancia y su buen juego, también por su actitud en pista. Su nuevo entrenador exigía buenos modales tanto hacia sus rivales como hacia el juez de silla. Esto era absolutamente innegociable.
Así, poco a poco, el tenista afroamericano fue creciendo hasta el punto de lograr el título de campeón juvenil en el año 1961. Un torneo en el que, por fin, compitieron tanto jugadores negros como blancos. Obviamente, era la primera vez que un tenista de su raza lograba alzarse con este título.
Poco después fue seleccionado para disputar la Copa Davis con el combinado de Estados Unidos. De nuevo, era la primera vez que un jugador negro era elegido para formar parte del equipo estadounidense. Poco a poco, como le aconsejó su padre, Arthur Ashe iba dando pasos de gigante en la lucha por la igualdad desde dentro, sin hacer ruido. Era sólo el principio.
Arthur Ashe, campeón de Grand Slam
En 1968 llegó su primer título de Grand Slam. Fue en el Open de Estados Unidos en la pista que, actualmente, lleva su nombre. No conforme con esto, siguió acumulando grandes títulos a su palmarés: Abierto de Australia (1970), Wimbledon (1975) y ATP Finals (1978).

Paralelamente a sus grandes éxitos deportivos, Arthur seguía participando cada vez más activamente en protestas y marchas contra el racismo. Algo que fue en aumento una vez retirado del circuito profesional. De hecho, Ashe fue detenido y encarcelado hasta en dos ocasiones. Una de ellas en 1985, por manifestarse frente a la embajada de Sudáfrica en Washington, y otra en 1992 por protestar frente a la Casa Blanca por la represión contra los refugiados haitianos.
Antes de esto, Arthur Ashe había sufrido varios ataques al corazón. De hecho, tuvo que ser intervenido en un par de ocasiones. Por desgracia, en 1988, tras recibir varias transfusiones de sangre, contrajo el virus del sida. Un durísimo golpe.
Aunque mantuvo la noticia en secreto, finalmente el diario USA Today le avisó que había descubierto la noticia y que la iban a publicar. De esta forma, Arthur Ashe decidió hacer una rueda de prensa para hablar al mundo sobre su enfermedad.
Uno de sus fans, al conocer la noticia, le escribió una carta con la siguiente pregunta: «¿Por qué Dios tiene que elegirte para esta enfermedad?». Él respondió: «En el mundo hay 50.000.000 de chicos que empiezan a jugar a tenis, 5.000.000 aprenden a jugarlo, 500.000 aprenden tenis profesional. 50.000 entran al circuito, 5.000 llegan a jugar algún día un Grand Slam, 50 llegan a Wimbledon, dos disputan la final y sólo uno la gana. Cuando levanté el trofeo no pedí explicaciones a Dios, tampoco lo haré ahora con mi enfermedad».
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